En los campos brasileños de Bento Gonçalves se enamoró del vino y ahí decidió que dedicaría su vida a la alquimia de la uva. Desde entonces han pasado cuatro décadas. Su objetivo fue, y es, producir felicidad a través de una etiqueta propia. Para ello se preparó. Es ingeniero agrónomo, maestro y doctor con especialidad en enología por la Universidad de Burdeos, juez de concursos internacionales y catedrático. Víctor Manuel Torres Alegre es uno de los pilares de la creciente industria vinícola nacional, a la que –afirma– solo le falta tiempo para consolidarse a nivel mundial.
"Sus tierras tienen un enorme potencial para producir vinos extraordinarios que compiten con franceses, españoles y americanos, y hasta les han ganado", sostiene, pese a que el país no está en la franja convencional del vino.
En 2018 cumple dos décadas al frente de su vinícola Torres Alegre, con la que ha contribuido a replicar el nombre de México en el mundo. Prueba de ello es el más reciente galardón obtenido con su tinto Cru Garage Cabernet Sauvignon 2012, que ganó el premio México Selection 2017, en el pasado Concurso Mundial de Bruselas.
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La Llave hay blanco y tinto. Ambos se añejan por 24 meses en barricas de roble francés. Tienen sabores frutales intensos y larga permanencia en boca.
Cru Garage es la línea premium. El blanco se añeja 24 meses en barrica y los tintos 36. Hay Grenache, Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Syrah, Zinfandel y Nebbiolo. Son intensos y aromáticos.
Cru Garage es la línea ultra premium que produce en Ensenada. Él eligió esas tierras porque su suelo emergió del mar, tienen residuos fósiles que le dan una gran calidad y riqueza a la uva, característica que comparte con la región de Burdeos en Francia.
El doctor, como cariñosamente le llama su círculo cercano, se enorgullece en contribuir a formar especialistas mexicanos que exploten adecuadamente la tierra e innoven. Es docente en la Facultad de Biología y en la Escuela de Enología y Gastronomía de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), profesor de Enología en la Maestría de Administración del Vino en CESSA Universidad y lidera el plan para arrancar este año la licenciatura en Enología que lanzan en conjunto la UABC y la Universidad de Logroño.
"Una formación sólida es lo que verdaderamente puede impulsar a los interesados que vienen detrás, de ellos es la evolución para seguir demostrando que hay potencial y calidad en estas tierras", advierte.
Como enólogo, Torres Alegre consiguió que los franceses levantaran la ceja y reconocieran su trabajo. Cuenta que demostró la correlación entre los ácidos grasos y ésteres aromáticos mediante los que se puede saber de la calidad del vino. También encontró que la mejor temperatura de fermentación de los vinos blancos es de 18 grados y no de 10, como lo hacían los franceses, descubrió que a 18 se conservan más aromas perdurables y desde entonces la industria modificó sus cánones.
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"No me dieron reconocimiento, dijeron que fue un estudiante de la Universidad de Burdeos, pero aquí estoy para contarlo. Fue un revuelo porque no se le habían corregido la plana a los franceses, pero he tenido la fortuna de demostrarlo", comparte.
Esos conocimientos son los que le han llevado a crear etiquetas alabadas por su natural proceso de vinificación y calidad artesanal. Para la línea premium seleccionan la uva manualmente, elaboran pocas botellas y añejan en barricas de roble francés por hasta 36 meses. De esa línea, el blanco, Llave del tiempo, cosecha 1994, pasó 11 años en barrica y nueve en botella. Sólo se produjeron 215 y cada una se cotizó en 12 mil pesos cuando salió al mercado en 2014, todo un récord para una bodega mexicana.
"Nunca hay que perder de vista que lo más importante de un vino es provocar felicidad, pasar un rato ameno con la compañía que uno elija. Disfrutar es el único objetivo", puntualiza, sobre lo que a su juicio es la verdadera motivación para destapar una botella.