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El teatro musical, el género favorito entre los mexicanos

Con ganancias o pérdidas, este tipo de teatro nunca resulta indiferente: el público lo ama o lo odia. "Este es un género que tiene fans apasionadísimos que viven el musical como parte de su vida integralmente", dice el productor de Ocesa Teatro, Morris Gilbert.

El deporte, la música y el cine son, en orden de importancia, las formas de entretenimiento que más se consumen en el país, según estudios de público de diversas instancias. Les sigue el teatro, siendo el musical el de mayor preferencia.

Mentiras, el musical cerró el 2014 con más de 2 mil representaciones, mientras que la obra más taquillera del año fue Wicked, que bajará el telón el próximo 18 de enero con casi 500 funciones y 350 mil espectadores, para dar paso a El Rey León, que se estrenará en mayo con la actuación de Carlos Rivera.

Pero no todo fue miel sobre hojuelas: en un negocio que llega a involucrar demandas legales por no contar con los derechos de autor para montar un título, incumplimiento de contratos, deficiencias técnicas y coreográficas, e incluso una mala calidad en el montaje o en las actuaciones, algunos de estos factores llevaron a no pocas producciones al fracaso, incluso desde antes de levantar el telón: con bombo y platillo fueron dados a conocer títulos como Mame, ¡Qué rico mambo!, Amar y querer -con la que José Joel pretendía rendir homenaje a su padre, José José- y Shrek, el musical, a la cual el productor Gerardo Quiroz le apostó y se vio forzado a bajar el telón debido a que sólo se vendieron 300 boletos.

Y es que como negocio, el teatro no tiene palabra de honor, coinciden productores como Tina Galindo, Morris Gilbert y el mismo Quiroz. Para Gilbert, su profesión es una lucha constante contra la ley de probabilidades. "Los teatreros somos unos optimistas incurables", admite.

"Como decía el verdadero Señor Teatro, Manolo Fábregas: 'que me diga alguien que en una obra de teatro le va a ir bien, porque ahorita yo me asocio con él'. Nunca se sabe; tienes el mejor título, el mejor elenco, el mejor teatro y algo pasa y no te va bien. Siempre es arriesgado", comenta Galindo.

Éxitos en Nueva York y Londres como The Full Monty y A Chorus Line, en México fueron un fracaso en 2002 y 2010, respectivamente, a pesar de contar con el respaldo de Ocesa Teatro; por el contrario, producciones mexicanas como Si nos dejan, Bésame mucho y Mentiras, el musical tuvieron tal aceptación que se están montando en países latinoamericanos.

Pero los grandes tropiezos en la escena teatral llegan hasta los mejores escenarios del mundo. Tal fue el caso del fracaso que hace un par de años protagonizó Bono, líder de la banda irlandesa U2, con El hombre araña, y recientemente, de Sting, quien tuvo que subir a escena para darle un nuevo impulso a The Last Ship, un espectáculo con partitura y argumento de su autoría.

Con ganancias o pérdidas, este tipo de teatro nunca resulta indiferente: el público lo ama o lo odia. "Este es un género que tiene fans apasionadísimos que viven el musical como parte de su vida integralmente, y hay quien los odia porque no los entiende, así que despierta las pasiones en todos los sentidos", dice el productor de Ocesa Teatro, Morris Gilbert.

Pero a pesar de sus detractores, el género en México goza de buena salud porque históricamente, aquí siempre ha gustado más del teatro cantado, dice el investigador Edgar Ceballos, autor del Diccionario mexicano de teatro. Siglo XX.

Fue Manolo Fábregas quien instituyó la tradición de montar los títulos más exitosos de Nueva York y Londres. El visionario argumentaba que en Broadway se montaban al año cerca de 40 musicales, de los cuales sólo uno triunfaba, lo que garantizaba que en el DF se podría disfrutar de las 10 obras más importantes del género, con la misma calidad que en los grandes escenarios del mundo.

Y fue así que en la década de los 50, Fábregas estrenó Mi bella dama en el Palacio de Bellas Artes, donde actuó al lado de Cristina Roja (en aquel elenco hacía sus pininos un joven barítono llamado Plácido Domingo). De este modo trajo al país títulos consagrados mundialmente como El violinista en el tejado y El diluvio que viene.

CULTURAL VS. COMERCIAL
"En pleno siglo XXI se sigue considerando que el teatro comercial es malo y que está peleado con la cultura. Sin embargo, aquellos que prefieren llevar al escenario obras de reconocidos autores como William Shakespeare, Molière e incluso Lope de Vega, no reparan en la condición original de estos dramaturgos, quienes hacían teatro comercial de muy buena factura –reportándoles ingresos económicos considerables-, lo que les ha permitido trascender en el tiempo", puntualiza el historiador teatral. "Ocesa no hace teatro por amor al arte, sino porque ha descubierto que es un magnífico negocio: pero primero evalúa el mercado y decide su producción idónea para ganar plata".

Todo lo contrario a lo que ocurre con el llamado "teatro oficial". Caso ejemplar es la puesta en escena de Amor sin barreras, que contó con presupuesto de la UNAM, y que estuvo en temporada en el Teatro Hidalgo. La pieza, según Ceballos, pudo haber tenido gran éxito. "Pero fue gracias a cuestiones burocráticas e intereses diversos que la obra se fue al bote de la basura. Sin embargo cuando productores privados la montaron otra vez, tuvo un éxito inimaginado. Aunque tengas en las manos el mejor musical de la historia, si no tienes la experiencia, no se logrará nada", explica el investigador.

Aunque hay quien asegura que como espectáculo el teatro está siendo desplazado por la televisión y la multimedia, Ceballos considera que el género mantendrá su vitalidad porque ésa es precisamente su característica: es un arte para apreciarse en vivo. "La gente va a reír, a sufrir, a llorar y finalmente va a ser devuelta a la realidad, porque esa es la magia que tiene el buen teatro, sin importar el género".

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