After Office

El País de las Maravillas: Bukowski y la música


 
 
Eusebio Ruvalcaba
 
 
—Sé que te gusta la música clásica.
 

—La música clásica siempre fue mi principal refugio. Escuchaba la mayor parte de ella en el radio, y sigo haciéndolo.
 

—Es raro que a un escritor le guste la música clásica.
 

—Creo que es problema doble. De ignorancia, en primer término, y de superficialidad, en segundo. Los escritores son tremendamente ignorantes, se conforman con leer y no pelan otra cosa. Porque son fatuos y creen que la literatura es todo en la vida. Pero estoy seguro de que si estos lamparones escucharan una sinfonía de Brahms alguna vez en la vida, se iban a arrepentir de haber desperdiciado así momentos sublimes.
 

—¿De joven comprabas discos?
 

—Con qué dinero. Escuchaba el radio la mayor parte del tiempo, y por fortuna sigo haciéndolo. Y nunca deja de sorprenderme, incluso ahora, cuando oigo algo fuerte y nuevo que no había oído antes, y ocurre bastante a menudo. Entonces me clavo en esa música, con más fuerza que con la que me clavo en una mujer, o en el alcohol, o en cualquier pleito callejero, y para que me muevas está cabrón.
 
 
—La música te llega?
 
 
—Me regalo con cada nota como un hombre hambriento de una nueva oleada de sangre y significado, y ahí está.
 

—¿Te inspira para escribir? ¿Escuchas música cuando escribes?
 

—Nunca escribo nada sin tener puesto el radio en una estación de música clásica. Siempre ha sido parte de mi trabajo, escuchar esta música mientras trabajo. Entonces siento que mi deber es capturar esa música, como si fuera un hombre persiguiendo una mariposa. Y escucharla. Porque me extasía, y me da fuerzas para llenar la siguiente página. Antes que del alcohol para llenar la siguiente página, necesito de la música.
 
—Es como si la música clásica te hubiera estado esperando...
 
—Toda esa masa de música sublime, siglos y siglos de música, me deja completamente maravillado. Debe ser que una vez vivieron muchos grandes espíritus. Al mismo tiempo, quiero decir.
 

—Y eso es totalmente cierto. Schubert era vecino de Beethoven. Y Beethoven lo fue de Mozart. Y Schumann lo fue de Brahms. Y Brahms de Grieg. Y Grieg de Chaikovski.
 

—Eso es irrepetible. También hay que pensar en eso cuando se piensa entre las diferencias entre los escritores y los músicos. Los músicos son terriblemente envidiosos. Unos a otros se tienen envidia entre sí. Si se pudieran comer entre sí, se comerían crudos. Siempre se sienten en competencia. Es la complicación del lenguaje. Porque se saben decir cosas perras. El lenguaje les sirve para eso. Los músicos son igual de envidiosos, como cualquier hombre. Pero no lo saben expresar, salvo como los niños, que se agarran a golpes. O de plano se llevan la fiesta en paz. Y que cada quien se rasque con sus propias uñas. ¿Te imaginas si una orquesta sinfónica estuviera constituida por puros escritores? Sería una batalla campal. En una orquesta los músicos le aplauden a otro cuando toca un solo hermosamente. Esto pasa en los ensayos. Son lecciones de gente civilizada. Yo he ido a montones de ensayos de la Orquesta de Los Angeles para tranquilizar mi espíritu. No sabes cómo me hace bien cuando estoy a punto de irme al diablo. De tronar como un estropajo cuando no sirve más. La otra opción es ir con un loquero. Que no te sirve para nada y nomás te sacan una lana.
 
—¿Todo eso hace la música en ti?
 

—Quizás, algún día, alguien me explique por qué una parte tan grande de la energía del milagro se encuentra en la música clásica. Dudo que alguien me lo diga alguna vez...
 
 
—Es cosa de tener paciencia...
 
 
—Yo no tengo paciencia. Con paciencia no me compro mis calzones ni pago la renta, ni pago el alcohol que me bebo, ni camino a solas por las calles más peligrosas de la ciudad de Los Angeles. Con paciencia sólo se hacen tonterías. Como llevarte a la cama a una mujer, justo la mujer de tu mejor amigo. Como escribir novelas.
 
 

—¿Los libros tienen el poder que tiene la música?
 
 
—Jamás. Siempre tendré que preguntármelo: ¿por qué, por qué, por qué no hay más que unos cuantos libros, contadísimos, unos cuantos, escasísimos, que tienen el poder de la música? ¿Qué les pasa a los escritores? ¿Por qué hay tan pocos buenos?
 

—¿Qué te gustaría estar haciendo ahora mismo?: ¿el amor?, ¿chupando?, ¿escribiendo?
 
 
—Ninguna de esas tres cosas. Me gustaría estar oyendo música. La Heroica de Beethoven.
 
 
Texto que será leído mañana en la presentación del libro Charles Bukowski: ellos quieren algo crudo / 30 años de entrevistas. Compilado por David Stephen Calonne. Editorial Nitro-Press y la Universidad Autónoma de Nuevo León. Parte de esta entrevista está tomada de El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco de Charles Bukowski en Editorial Anagrama.
 

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