After Office

El mito de Colón ¿quién fue realmente el descubridor de América?

Su rostro es desconocido, su religiosidad fue una historia creada a modo por el Papa Alejandro VI e incluso su verdadero nombre es un enigma, asegura el historiador francés Christian Duverger.

Ni genovés ni católico ni descubridor; mucho de lo que la humanidad conoce sobre Cristóbal Colón es un mito romántico.

Así lo sostiene el historiador francés Christian Duverger, quien acaba de publicar Diario de a bordo (Taurus), un libro en el que se compilan los textos que escribió el navegante durante su primer viaje a América. Desde entonces hasta ahora han pasado 524 años y su figura sigue siendo tan fantasmagórica como enigmática.

En 1892, durante la conmemoración del cuarto centenario del descubrimiento de América, se organizó en Chicago una exposición de 71 retratos de Cristóbal Colón que, según las crónicas de la época, fue muy concurrida. El problema era que ninguno de los cuadros mostraba una imagen fiel del explorador. Ninguno de los pintores lo había conocido; todos debieron imaginar su rostro. Incluso Sebastiano del Piombo, el célebre artista italiano y autor de la cara más intimista que se ha pintado sobre él.

Según Duverger, en eso radica la dificultad para entender a Colón: que todo lo que se sabe sobre su persona son suposiciones, aproximaciones o fantasías. Antes del 12 de octubre de 1492 –fecha del llamado Descubrimiento de América– no se conoce nada sobre este hombre. Los registros son escasos y abundan las falsificaciones; un auténtico banquete para los historiadores, dice el investigador.

De su rostro apenas queda una somera descripción de su hijo Hernando: "fue el almirante hombre de bien formada y más que mediana estatura; la cara larga, las mejillas un poco altas; sin declinar a gordo o macilento; la nariz aguileña; los ojos garzos; la color blanca, de rojo encendido; en su mocedad tuvo el cabello rubio, pero de 30 años ya lo tenía blanco".

Todo lo que se sabe
Sobre el explorador son suposiciones, aproximaciones o fantasías, afirma el historiador Christian Duverger.

"Hay que empezar a ver a Cristóbal Colón como lo que en verdad era: como un judío de origen portugués", asegura en entrevista el doctor en Historia por La Sorbona de París.

En un mundo dominado por los dos grandes imperios católicos (España y Portugal), observa el experto, era de esperarse que El Vaticano intentara borrar el origen hebreo del navegante. Bajo el mandato del Papa Alejandro VI, la Iglesia Católica comenzó la construcción de una historia a modo sobre la supuesta religiosidad de Colón.

El historiador estadounidense Arthur Schlesinger Jr. lo describe en su libro, Colón (1992), como "un hombre intoxicado de Dios que, a causa de sus extraordinarias habilidades prácticas como navegante, creyó que emprendía una búsqueda más espiritual que geográfica (...) Cuando llegó a América creyó que era el mensajero, no del racionalismo y la ciencia, sino del Todopoderoso que advirtió que el mundo acabaría en siglo y medio".

Ese es el mito decimonónico, advierte Duverger: "El del aventurero genial que llegó a América para evangelizar a las comunidades. Pero también está la versión del genocidio que cobró mucha popularidad en la conmemoración del quinto centenario".

El experto asegura incluso que el nombre del descubridor es falso: "Christophorus Columbus es una invención que no corresponde a nada. Nadie se apellidaba Colón en la época". En español, Christophorus significa "el portador de Cristo", un nombre perfecto para ensalzar la supremacía católica en el mundo, observa.

"Este hombre entra a la Historia hasta 1492, cuando se firman las Capitulaciones de Santa Fe con los Reyes Católicos, ya muy tarde, cuando tenía 45 o 50 años de edad", señala Duverger. "Antes de eso no conocemos prácticamente nada. Incluso su nacimiento es un enigma".

En el siglo XIX, dice, hubo un intento papal de presentar a un Colón cristiano para convertirlo en santo, cuando en realidad era judío y portugués.

Pero, ¿por qué se ha difundido tanto la idea de que nació en Génova? "Porque haber nacido allí en el siglo XV era la prueba absoluta de ser cristiano, puesto que todos los judíos habían sido expulsados un siglo antes", responde Duverger. "La única parte que conocemos con certeza es que su periodo como gobernador de las islas descubiertas (Cuba y Haití) fue desastroso".

Durante el quinto centenario, en una conferencia celebrada en Sevilla en 1991, Mario Vargas Llosa dijo que el descubridor ha sido "una ficha histórica en un juego político contemporáneo". En Estados Unidos, consideró el peruano, Colón es un pretexto más para el ataque de "los apóstoles de la corrección política contra el establishment". En cambio, en Latinoamérica ha servido a los gobiernos para justificar sus propios errores, pues se le ha echado la culpa de todo a la conquista por nunca haber logrado democracias humanas, estables y progresistas en la región.


Quizás la propuesta más polémica del nuevo libro de Christian Duverger es que Cristóbal Colón en realidad no descubrió nada. En términos estrictos, los verdaderos descubridores, considera Schlesinger, fueron los hombres que cruzaron el Estrecho de Bering desde Asia.

"Lo que yo propongo es que Colón no llegó a América por coincidencia; sus diarios nos llevan a pensar que hubo un descubrimiento antes de 1492. El viaje fue demasiado perfecto y organizado por España, que negoció de manera secreta con Portugal, como para pensar que todo fue producto de la suerte", asegura.

"Los planos tenían información muy precisa sobre cómo ir y regresar. A los portugueses no les interesó el proyecto, pero a España sí. Y ahí fue fundamental la reina Isabel, con quien Colón estableció quizás una relación sentimental, no lo sabemos con exactitud. Como no existen datos ni archivos, la puerta se abre constantemente a la construcción de mitos", comenta.

En más de cinco siglos los hombres no han dejado de escribir novelas, óperas, obras de teatro y poemas sobre el navegante que llegó a América a bordo de La Niña, La Pinta y la Santa María.Cristóbal Colón continúa siendo campo fértil para la imaginación y la tierra yerma de la Historia.

También lee: