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El cartel taurino oye avisos de estancamiento

Desde principios del siglo pasado, las artes plásticas son un elemento fundamental de la tauromaquia. Sin embargo, la técnica del cartel de la fiesta brava ha sufrido un estancamiento, aseguran los expertos. 

Chicuelinas y verónicas plasmadas en pintura parecen llevar al toro a una faena eterna, gracias a la habilidad de varios artistas cuyos carteles han captado la atención de milllones de aficionados.

En el último tercio del siglo XIX los pintores comenzaron a realizar carteles ex profeso para anunciar corridas, explica Juan Antonio de Labra, especialista en toros y director del portal Al Toro México.

"El auge del cartelismo en España comenzó en los años 10 y 20, y adquirió mucha notoriedad sobre los años 30 del siglo pasado, ya con obras de Ruano Llopis y Roberto Domingo, los grandes pintores taurinos", puntualiza.

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Arte y publicidad coinciden en lienzos que se reproducen como afiches. Los diferentes creadores han dejado registro de su pincel en obras capaces de trascender el tiempo, factor que juega tanto a favor como en contra de la creatividad ligada a la tauromaquia.

De Labra, así como Rafael Sánchez de Icaza, pintor involucrado con la fiesta brava, coinciden en un "estancamiento" de la técnica en México.

"En las zonas de primer mundo, como España y Francia, ha evolucionado en distintas maneras y siempre se procura que haya carteles de acuerdo con la contemporaneidad de las artes plásticas (…), por lo general en México tienen avances y después se dan retrocesos.
En los retrocesos están los carteles demasiado tradicionales, fundamentalmente basados en la estética de los años 20 que pertenecen al impresionismo", asegura Sánchez de Icaza, defensor del surrealismo y cuyas piezas presentaron la Temporada Grande 2009-2010.

"Poca categoría" y "empresas que no cuidan el aspecto artístico, sino el aspecto económico", según Sánchez de Icaza, son razones por las que cada vez hay menos artistas interesados en colaborar para anuncios; consecuentemente el reciclado de obras de antaño y el Photoshop asumen el protagonismo para salir al quite.

Con las herramientas digitales los costos de producción se reducen, pues el esfuerzo y prestigio de un autor reconocido se evita. Los dueños de las imprentas prefieren utilizar imágenes trilladas o elaboradas rápidamente porque no son tan caras como apostar por cuadros nuevos con un valor de entre los 10 y 20 mil pesos.

Sin embargo, si los encargados de promocionar las corridas compraran nuevas producciones, ampliarían el repertorio de pinturas para afiche.
"Se repitieron incansablemente cuadros de David Cárdenas, en específico una de una verónica que se reprodujo hasta la saciedad. Se reproducían sin ton ni son", cuenta de Labra.

Desde hace ocho años, la Plaza de Las Ventas de Madrid aloja el concurso anual Taurodelta de cartel taurino, dotado con 3 mil euros para el ganador, con el fin de mantener viva a la tradición y acercarla a los jóvenes que le guiñan a las faenas. Alicia Ochoa, pintora mexicana, ha ganado esta prueba en dos ocasiones y sus óleos fungieron como presentadores de un par de ferias madrileñas. La costumbre sigue viva, pero son pocos quienes se atreven a financiar la creación de nuevas propuestas.

La evolución de la fiesta de los bureles ha tenido que afrontar los cambios sociales y las corridas han modificado los medios para llegar a la gente.

"Pero no por ello el cartel debe de perder su esencia", advierte Ochoa. "Las empresas taurinas se deben modernizar y participar en los actuales medios de difusión, como son las redes sociales, entre otras, para difundir el cartel con la obra artística que crea una imagen específica que identifica al espectáculo taurino dentro de la oferta de los eventos de ocio".

Hace un par de décadas se editó en México un libro que procuró iniciar un fomento al cartel taurino: Pinturerías, el arte del arte taurino. Este intento por rescatar la creación de piezas para cartel, imprimió las ideas de artistas relacionados con la lidia sin mucho éxito. Ni los trazos de Llopis ni los de Pancho Flores pudieron reinstalar el gusto por la pintura brava para los avisos.

Los toros, tradición y ritual que pierde terreno en la era moderna, han sufrido la reducción de sus artículos coleccionables. Los boletos para entrar a la plaza solían reproducir en miniatura alguna suerte del hombre que viste de luces, o la estética de un astado, pero ahora las impresoras dieron una estocada final a los detalles.

Aún persisten enamorados del redondel que conservan todo tipo de parafernalia. En Morelia, el Centro Cultural Tres Marías, encabezado por el doctor Marco Antonio Ramírez Villalón, posee un museo dedicado al toro que presume carteles en los que se conjugan arte y aviso.

La faena busca sus encantos.

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