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El artista es un prisma que transforma lo real: Alex Mercado

Alex Mercado es un pianista que piensa mucho. Uno de esos músicos cuya obra produce y es producto –en parte, claro- del pensamiento. Esta reflexión está en el centro de sus exploraciones artísticas y lo refleja en su más reciente producción "Refraction".

"La idea de que la música es algo que haya que estudiar es el primer enemigo de la música", sostiene Alex Mercado. Un pianista que piensa mucho. Uno de esos músicos cuya obra produce y es producto –en parte, claro- del pensamiento. Y lo que piensa ahora es radical: que nadie -pocos, matiza- entiende bien el lenguaje de la música.

Lo sabe porque, si bien su fama la ha acuñado en el territorio del jazz, su formación es clásica; una educación que, basada en la repetición y la partitura -dice- es todo lo contrario a lo que debería ser.

"Es interesante que el sistema tradicional de la música hace exactamente lo opuesto al del aprendizaje del lenguaje hablado, que se asimila intuitivamente. Uno escucha 12 horas diarias de un idioma durante un par de años hasta que, de pronto, empezamos a hablar sin darnos cuenta", explica. "No hay nada que dominemos mejor que el habla, y sin embargo el sistema de enseñanza musical nunca tomó ese modelo, pero podríamos aplicar el mismo método para otras cosas y volvernos expertos en ellas".

Por lo general, observa, la gente dice que quiere aprender a tocar tal o cual instrumento, pero nunca que quiere aprender el lenguaje de la música. "Y lo primero en un lenguaje es entender, no hablar".

Esta reflexión está en el centro de sus exploraciones artísticas.
No es extraño entonces que su disco más reciente, Refraction -que grabó en Nueva York en enero de este año-, comience a incluir improvisaciones libres (dos).

"Siento que mi estilo podría evolucionar más que hacia una improvisación libre, hacia una composición espontánea que tenga raíces fuertes en el lenguaje hablado, es decir, que siempre tenga lógica; como cuando al hablar improvisamos, pero respetamos las reglas de gramática", explica.

Refractions es un disco a piano solo. "Siempre he querido enfrentarme al instrumento en solitario", dice como su fuera para él un reto mayor que grabar a trío, como lo ha hecho antes. (Y qué tríos: su primer disco, The Watcher, de 2010, lo hizo al lado de Aarón Cruz en el bajo y Gabriel Puentes en la batería, y para Symbiosis, de 2014, grabó con Scott Colley y Antonio Sánchez en el miso combo).

Es una trilogía conectada extramusicalmente por el ojo: como bien lo sugiere The Watcher, un álbum que construyó a partir de "la relación entre el artista y su observador, y de la complicidad que se genera entre ambos en la elaboración de la obra"; un concepto también presente en Symbiosis, cuya imagen de portada es un vitral que refracta la luz.

"La luz es como la realidad, la serie de estímulos y experiencias que el artista asimila día con día. Y el artista funge como un prisma que refracta, que transforma esta realidad en colores, formas, sonidos..."

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