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¿Cómo jugar al futbol entre las trincheras?

En medio de una guerra civil, la Selección de futbol de Siria no se rinden y quieren llevar a su país por primera vez a un Mundial. En la actual eliminatoria asiática rumbo a Rusia 2018, Siria lidera el Grupo E.

En medio de una guerra civil que ha causado la muerte de más de 250 mil personas, los jugadores de la Selección de futbol de Siria no conocen la palabra rendición. No está en su vocabulario. Ni siquiera los bombardeos los ahuyentan. Están decididos y quieren llevar a su país a su primer Mundial en la historia. Y van por buen camino.

Los sirios son líderes del Grupo E de la eliminatoria asiática rumbo a Rusia 2018. Y aunque no tienen un estadio fijo donde jugar ni entrenar, le han propinado goleadas a Afganistán (6-0) y a Camboya (6-0). Nada es obstáculo para estos hombres que han visto las fauces de la guerra más cerca que ningún otro futbolista en el mundo, pero mañana se enfrentarán a su reto más grande. Jugarán contra la Selección de Japón, la potencia de ese continente.

En Siria están desbordados los ánimos por las Águilas de Qasioun, en donde juegan cristianos, suníes y alauíes. En la cancha, el conflicto sectario trata de quedarse al margen. Porque desde Damasco hasta Alepo, el futbol se parece más a un credo que a un deporte, asegura la periodista española Ethel Bonet, quien ha cubierto el conflicto armado desde sus inicios, en 2011.

“Lo más parecido que hoy tiene Siria a una identidad nacional es su Selección”, sostiene. Sin embargo, dice, la Federación de Futbol de Siria sirve a los intereses del régimen de Bashar al-Assad, quien ya sólo controla el 25 por ciento del territorio. Por eso los jugadores se han visto obligados a entrenar y jugar como locales en Omán.

La Federación es muy corrupta. Aun en situación de paz, no pudo ni comprar los billetes de avión de sus seleccionados y éstos tuvieron que pagarlos de sus propios bolsillos. Algo sumamente difícil porque en Siria los futbolistas ganan muy poco, casi lo mismo que un funcionario de gobierno. Muchos de ellos se dedican a oficios de taxista o panadero

Según un cálculo de El Mundo, entre 200 y 300 futbolistas sirios han abandonado su país a causa de la guerra. La liga local está inactiva desde hace dos meses. Algunos jugadores fueron contratados por equipos de Arabia Saudita o Qatar. Otros no corrieron con la misma suerte. Incluso hubo quienes tomaron las armas, como el portero y ex seleccionado nacional Abdul Baset al-Sarout. A sus 20 años se unió a los grupos rebeldes y hoy es considerado por la cadena televisiva Al Jazeera como "uno de los iconos del levantamiento del pueblo sirio".

También hay jugadores que se niegan a vestir la camiseta nacional por razones éticas. Firas Al Khatib –el gran goleador sirio– es uno de ellos. No piensa representar a un régimen totalitario que ha controlado a su nación por más de cuatro décadas. Por eso emigró a la liga qatarí, donde juega para el Al-Arabi desde 2012.

"En Siria el futbol también propicia revueltas, como el levantamiento kurdo de 2004, una pequeña rebelión que empezó con una riña entre aficionados de ese pueblo y árabes, y acabó en una reivindicación nacionalista kurda que se extendió por todo el norte del país. El régimen tuvo que controlar el conflicto enviando al ejército", recuerda Bonet.

La pasión futbolera también jugó un papel relevante en la Primavera Árabe, la serie de protestas con la que se inició el descontento contra el gobierno de Al-Assad. Cuenta Bonet que muchos manifestantes coreaban en las marchas las mismas canciones con las que animaban a sus equipos.

Afirma también que la Coalición Nacional Siria –que funciona como un gobierno transitorio en las áreas liberadas por los rebeldes– tiene su propia Selección de futbol, aunque en realidad ésta no tenga validez ante la FIFA.

"Desde los años 60 en Siria está prohibida cualquier tipo de concurrencia urbana de más de cuatro personas. Los partidos de futbol se han convertido en el único pretexto para poder reunirse, gritar, festejar y cantar. Es la segunda religión del país después del islam", dice Bonet.

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