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Chile da adiós final a su 'antipoeta' Nicanor Parra

El irreverente antipoeta chileno Nicanor Parra impuso sus deseos incluso después de muerto: su féretro fue cubierto por una manta de retazos cosida a mano por su madre, mientras las canciones de su hermana, la gran folklorista Violeta Parra, fueron interpretadas por su hija Colombina.

Parra, fallecido el martes a los 103 años, había dejado estipulado que la música de su hermana se escuchara en los instantes previos al rito religioso que lo despedirá en la Catedral de Santiago, pero la iglesia católica se opuso a ello, aunque debió ceder luego que la familia amenazó con retirarse del recinto.

Sin embargo, en su poema Últimas instrucciones, considerado su testamento, había escrito: Háganme el favor de Velarme Como Es Debido/ dáse por entendido Que en la reina/ al aire libre —detrás del garage/ bajo techo no andan los velorios.

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Falta por ver si otros deseos de Parra, incluidos en un libro escrito hace casi medio siglo, se cumplirán: Un par de zapatos de fútbol, una bacinica floreada, gafas negras (para manejar) y un ejemplar de la biblia.

También había advertido que no quería ser velado en el salón de una universidad ni en la "Caza del Ezcritor", por lo que sus restos fueron llevados a la Catedral, adonde concurrieron centenares de personas a despedirlo, incluidos la presidenta Michelle Bachelet y el mandatario electo Sebastián Piñera.

El gobierno decretó dos días de duelo nacional en honor al brillante, irreverente, humorista, rebelde y escéptico escritor.


La familia dispuso que se abrieran temprano las puertas del recinto al pueblo que fue a despedirlo, y mientras entraban lentamente, en las afueras y bajo un fuerte calor, centenares de personas esperaban su turno para entrar.

"Es uno de esos chilenos que se ven uno en un millón", dijo una señora, sin identificar, a la televisión estatal, mientras se cubría la cabeza del sol con lo que parecía ser una revista.

Parra, que antes de dedicarse a la poesía y crear la antipoesía fue profesor de matemáticas y estudió física, supo encadenar como en un gráfico de ADN las letras y los números.

El chileno común y corriente empezó a conocerlo relativamente hace pocos años. Al cumplir un siglo de vida el gobierno realizó una campaña nacional y en miles de plazas del país se leyeron versos de su antipoema, El hombre invisible.

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Parra falleció en su residencia en la comuna de clase media de La Reina, al suroriente de la ciudad, y será enterrado en su modesta casa del balneario de Las Cruces, 130 kilómetros al noroeste de Santiago. Aunque ése tipo de inhumaciones no están permitidas -era Nicanor Parra- la municipalidad otorgó el permiso.

La última despedida se desarrollará en una ceremonia privada, anticipó la familia.

A lo largo de su vida Parra fue reconocido con honores que incluyen el Premio Nacional de Literatura, en 1969; el Premio Juan Rulfo, en 1991; La Medalla Gabriela Mistral, en 1997; y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en 2001.

En 2011 fue distinguido con el Premio Miguel de Cervantes, considerado el más importante de la lengua española, y al año siguiente obtuvo el Premio Iberoamericano de Literatura Pablo Neruda. En cinco ocasiones trascendió que fue considerado para el Nobel de Literatura, un galardón que sí recibieron otros dos destacados escritores chilenos: Gabriela Mistral y Pablo Neruda.

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