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Bruno Estañol: sabio y pródigo autor

Juan Domingo Argüelles


 
 

Ediciones Cal y Arena ha publicado el nuevo libro de Bruno Estañol, El ajedrecista de la Ciudadela (México, 2013), novela maravillosa y fantástica, teñida de realidad, que viene a sumarse a los otros trabajos literarios de este pródigo autor.

 

Esta nueva obra de Estañol fue finalista del Premio de Novela Fantástica Tristana (2012), en Santander, España, y aunque parezca, por su título, que se refiere preferentemente al ajedrez, en realidad es una novela sobre la vida y, más exactamente, sobre la derrota final del hombre que es, a fin de cuentas, la muerte. Todos jugamos un juego en esta vida, y todos pensamos que lo ganaremos, o deseamos ganarlo, hasta que la muerte nos da jaque mate.

 

Para quienes son apasionados del ajedrez, en esta novela de Bruno Estañol se sumergirán en el conocimiento del juego-ciencia y gozarán las historias de triunfos y descalabros de Lasker, Capablanca, Morphy y Alekhine, entre otros, y sabrán del misterio que acompañó a otro ajedrecista malogrado, Carlos Torre Repetto (quien le ganó a Lasker con un sacrificio de reina), hombre nacido en Yucatán, que, cuando todo el mundo esperaba que se convirtiera en un gran maestro, enloqueció y se perdió en la bruma del tiempo y del enigma.

 

Pero también en El ajedrecista de la Ciudadela encontramos sus otras pasiones: la filosofía de los heterodoxos o heréticos (Pascal, Spinoza, Swedenborg, Schopenhauer, etcétera) y, por supuesto, la música, con Bach, Mozart y Mendelssohn como abridores de las puertas del cielo, o del infierno, según se vea.

 

En esta novela se cuenta la historia de un ajedrecista anónimo (y anodino), de esos que juegan en la ciudadela (frente a la Biblioteca de México); refiere su vida fantasiosa o real, mientras juega una partida. Entre ángeles y demonios, entre Dios y el diablo, entre el bien y el mal (que no siempre es posible distinguir con claridad), Bruno Estañol nos guía no por los círculos dantescos del infierno, sino por la espiral de la vida. Y los personajes reales y ficticios, literarios e históricos, que van apareciendo en el relato del ajedrecista, se convierten en espejos de nuestro pasado y nuestro presente, y con seguridad en el reflejo ineludible de nuestro futuro: el jaque mate, la muerte.

 

Sentencioso siempre, sabio en sus mecanismos literarios para atrapar al lector, pero, también, sabio en lo que a sabiduría humanística se refiere, Bruno Estañol nos ofrece muchas posibilidades para entender qué estamos haciendo aquí en este mundo donde quizás, alterando levemente el célebre verso de la poesía prehispánica, sólo venimos a jugar (y no nada más a soñar).

 

“¿Que qué es el ajedrez? –se pregunta el protagonista de la novela, y él mismo se responde y nos responde–. Es como las matemáticas y la música y la poesía: una pasión autista que te encierra dentro de ti mismo y que se basta a sí misma. Así son en realidad todas las verdaderas pasiones, incluyendo la pasión amorosa: uno la sufre y la goza en la soledad absoluta y en ese momento es lo único que existe.”

 

Para el personaje principal de esta novela,  “la pasión por el juego sólo se cura con la muerte”. “Al fin y al cabo –concluye– todos somos perdedores porque la vida siempre se pierde.”

 

Novela fantástica y fantástica novela, El ajedrecista de la Ciudadela se lee de un tirón. Quien la comience no podrá sino terminarla, es decir avanzar hasta llegar al jaque mate.

 

Conversamos con el escritor, quien es, además, uno de los neurólogos más destacados de México.

 

–¿Cómo entiende la literatura fantástica?

 

–Creo que es una mezcla de géneros. Paradójicamente, para que sea verosímil, o por lo menos creíble, sus detalles circunstanciales deben ser muy precisos. La definición de Coleridge, “la suspensión temporal de la incredulidad”, referida al evento fantástico, debe darse de forma natural, es decir, no forzada por el narrador, lo cual es muy difícil.

 

–¿Qué significa dentro de su obra narrativa El ajedrecista de la Ciudadela?

 

–Significa mucho. Me ha revelado que el género fantástico es el que más me interesa como narrador y lector.

 

–No son pocos los escritores y los ajedrecistas que terminan en la locura. ¿Por qué?

 

–La locura es parte de todos los seres humanos, pero los artistas tienen más proclividad a ella, sobre todo los escritores, tanto poetas como narradores. Los músicos y pintores enloquecen menos. Los matemáticos, los lógicos y los ajedrecistas enloquecen mucho. La imagen del científico loco viene de Hollywood y de la historia de Frankenstein; también del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde.

 

–En El ajedrecista de la Ciudadela están también la música y la filosofía. ¿Qué sería de nuestra vida sin la filosofía y sin la música?

 

–Sin la música sería un perfecto infierno. Con la música vulgar es un perfecto infierno. Los filósofos con facilidad enloquecen. La función de la filosofía es hacerse preguntas que no tienen respuesta. El filósofo vive, por definición, en la incertidumbre. Esto requiere un gran valor porque todos quieren vivir con certezas; de ahí la existencia de los dogmas. El libre pensador es el filósofo.

 

–¿La invención de Dios y el diablo, del cielo y del infierno es, como dijo Borges, parte de la literatura fantástica?

 

–Sí, sin duda. Pero, además, toda erudición, incluyendo la científica y humanística, es parte de la literatura fantástica.


 
 
 
 
 
 
 

 

 

 

 

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