After Office

Black Sabbath, el mal a martillazos

Birmingham despide a su banda con un concierto histórico; los chicos de la clase obrera volvieron al lugar del crimen en el que nacieron en 1968.

En una tarde dominical típica de Inglaterra, ya algo ebrio y enfadado por la mala racha del Aston Villa, el señor Jack Osbourne descansaba de sus sofocantes jornadas de trabajo en la General Electric. Tras varios minutos de silencio, miró a su hijo a los ojos y le dijo: "Tengo una corazonada, John Osbourne. O acabarás haciendo algo muy especial o terminarás en la cárcel".

Aquel era el pequeño Ozzy. Disléxico y con severos problemas de déficit de atención, nadie daba una libra por aquel chico de la Birmingham más deprimida, la de los años 50, en la que los jóvenes tenían un destino en común: la fábrica. Su padre no exageraba: Ozzy pisó la cárcel antes de cumplir la mayoría de edad por robar una televisión. Después fundó Black Sabbath.

Mr. Osbourne tenía fe en su hijo. Su familia –compuesta por el matrimonio y cinco hijos– vivía hacinada en una casa de dos habitaciones en un barrio pobre de Aston. Los bombardeos nazis de la Segunda Guerra Mundial habían dejado la ciudad en ruinas. Con Churchill como imagen de la resistencia moral del Reino Unido, la familia Osbourne tenía clara su misión en el mundo: levantar a Birmingham de entre las cenizas.

Dice Douglas William que si un terremoto se tragara mañana a Inglaterra, los ingleses se las arreglarían para, aun entre los escombros, reunirse y cenar para celebrar el acontecimiento. Ozzy y sus amigos –Bill Ward, Tony Iommi y Geezer Butler, otros tres chicos pobres de la ciudad– no estaban como para festejar nada, pero sí para gritar el descontento de una generación harta de paisajes grises y bajos salarios.

"Sólo nos divertíamos bebiendo, fumando y buscando chicas. Era mejor que trabajar en la fábrica", dijo Ozzy en una entrevista para VH1 en 2007. Hoy Black Sabbath ya no existe más. Dijo adiós el 4 de febrero de 2017 en un concierto celebrado en una Birmingham cosmopolita, muy distinta a aquel oscuro rincón de la posguerra de hace medio siglo.

Y SE HIZO EL HEAVY METAL...
La clase obrera fue el verdadero germen de Black Sabbath. A diferencia de sus contemporáneos, los de Birmingham no tenían aspiraciones intelectuales. No anhelaban experiencias psicodélicas como los Beatles ni les interesaba experimentar lo alternativo como Pink Floyd. Ninguno de sus cuatro integrantes había ido a la universidad; eran obreros que querían tocar rock, hastiados de su monótona vida de trabajo, cerveza y futbol. Obreros que hicieron de la Inglaterra del siglo XX una máquina infernal sin concesiones llamada heavy metal.

Una noche de 1966, al joven Bill Ward se le ocurrió trasladar a su batería los sonidos de las prensadoras de metal que nunca lo dejaban dormir; le añadió un poco de ritmo y compuso una línea de percusiones que hizo vibrar a todo Aston. Emocionado por su descubrimiento, visitó a su amigo Tony Iommi, quien meses antes había sufrido un accidente laboral que lo había dejado sin las puntas de los dedos de su mano derecha. Él también había trabajado en su propio universo sonoro. Al aflojar las cuerdas de su guitarra, lijarse los dedos y construirse sus propias prótesis, consiguió un sonido áspero que nunca antes se había escuchado en la historia del rock.

Sólo faltaba un vocalista. Se colocaron letreros en las tiendas de discos más populares de la ciudad. Una nota llegó al garaje donde ensayaba la banda: Ozzy Zig requires gig (Ozzy Zig necesita un concierto). Días después llegó Osbourne con mirada desenfocada y un zapato como mascota. "Era justamente lo que necesitaba el grupo: un loco", declararía Butler tiempo después.

En 1968, cuando la clase media era la voz cantante del rock británico, estos cuatro jóvenes dejaron la fábrica para construir los engranajes de una industria mucho más grande: Black Sabbath.

ROCK EN EL INFIERNO
A Ozzy le parecía curioso que la gente pagara por ver películas de terror. No hallaba mucho sentido común en el hecho de gastar dinero para asustarse. Una tarde de invierno estaba viendo Black Sabbath, el éxito taquillero del momento. "¿Y si nosotros hacemos lo mismo en la música? reflexionó el vocalista. Los demás asintieron, sin saber que esa sencilla fórmula los llevaría a vender más de 75 millones de discos en todo el mundo, según la Asociación de la Industria Discográfica de Estados Unidos.

"Cuando uno escuchaba la canción Black Sabbath y veía la portada del disco, era una sensación extraña que ninguna otra banda de rock inspiraba en aquel entonces", dijo James Hetfield, vocalista de Metallica, en 2008.

Cuando Sabbath emprendió su primera gira por el Reino Unido, las sectas satánicas conformaron su primer club de fans. Pronto la situación se salió de control. Los músicos recibieron invitaciones para practicar magia negra en los panteones y era frecuente ver tipos con cruces invertidas en sus shows. Las familias más religiosas prohibieron a sus hijos escuchar a la banda. En 1969, un periódico local de Yorkshire tituló así su primera plana de sociales: Black Sabbath creates satanism in rock music.

En marzo de 1971, en una gira por Memphis, Tennessee, un hombre intentó asesinar a Tony con un cuchillo. El guitarrista corrió tras bastidores en pleno concierto. La policía arrestó al sujeto, pero cuando Sabbath regresó a los camerinos, en la puerta había una cruz invertida pintada con tinta roja y sangre.

Para evitar una tragedia, los músicos se encargaron de aclarar a la prensa que no tenían nada que ver con el ocultismo. Aunque hay canciones como NIB que claramente aluden al Diablo, Ozzy siempre ha dicho que su intención sólo era transgredir las normas de la sociedad inglesa más conservadora. Butler y Ward tenían una especial aversión por los dogmas, pues ambos provenían de familias católicas irlandesas.

Las tinieblas que emergieron de los escombros se han ido para siempre. Black Sabbath ha dejado de esbozar infiernos. Aunque en su penúltimo disco, God is Dead (2013), los viejos de Birmingham han dejado claro que el peor de todos sigue siendo la Tierra. Sabbath fue una voz en cuatro de Zaratustra.

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