El club América es una entidad axial de vital relevancia en la historia del futbol en el país porque junta lo pre con lo posmoderno. Fue el primer equipo de mexicanos con prosapia en la capital, a la que entretenían clubes ingleses y españoles desde los orígenes de la liga. Con nacionales en mayoría fue a Guatemala disfrazado de Selección Nacional (título que no le fue concedido). Y ganó su primer diploma en 1925, ante el Aurrerá.
Obediente de sus tiempos, la escuadra siguió los pasos prematuros del "vasconcelismo" deportivo. Ya en la era profesional, el América mudó de ropa. Se quitó la nacionalista y convirtió a la Raza Cósmica (cuando Vasconcelos pensó en la raza por la que hablaba el espíritu realmente se refería a América Latina, lo dibuja el escudo de la Universidad Nacional) en el repertorio de su vestuario. En la era de los ismos, la institución (que junto con el Guadalajara conforma la única pareja de clubes que han jugado todas las temporadas de paga del futbol mexicano) desmanteló el apodo de extranjero a una enorme cantidad de estrellas que llegaron a conformar sus filas (las Chivas se empeñan, como el Athletic de Bilbao, en el discurso aldeano y retrógrado del nacionalismo a ultranza) para volverla, en verdad, latinoamericana. Mal visto por muchos, el América es, realmente, la primera ventana mexicana a la "cancha-mundo" de la que no se espantan ahora en Inglaterra, España o Francia. Aquí una lista caprichosa, como todas, del "alma de afuera" azulcrema.
La historia del futbol mexicano se partió en dos cuando este crack decidió fichar por el club crema. Reinoso es únanime. Contundente forma del astro. Rivales y propios atinan en algo: el medio campo fue otro cuando el chileno llegó a México. Comparsa del Negro Hodge y proveedor de insumos a Borja, este estético y maravilloso jugador dio un rumbo distinto al orden átono de las cosas. Las muchas figuras que vinieron a México después no hacen más que evocarlo: la frase popular diría: tiene algo de Reinoso; esa referencia.
Al Lobo se le conoce por sus desplantes de soledad acompañada. Militante del Santos de Pelé, del Botafogo y del Corinthians, llegó al club con una fama bien ganada que afilió al máximo con la tribuna a la que le aplaudió con un júbilo que aún se escucha.
Histórico y mítico anota el primer gol en el Azteca; de una dimensión extraña, casi irreal. Jugador despabilado que dominó el oficio del ariete. No era el hombre orquesta, pero supo aprovechar las virtudes del resto del cuadro con beneficios propios; fue letal.
Tenía el peligro pegado a los botines. Cuando Pata Bendita se alistaba para el disparo, la barrera sufría de espanto. Todavía hay físicos que intentan resolver la ecuación velocidad-fuerza-tiempo a través de sus “cañonazos”. Los arqueros no logran olvidarlo.
La clase sobre el césped se le daba con cierto garbo. Kiese pertence a una generación de futbolistas que se ha ido para siempre. Tenía el don del ritmo y de la distribución exacta. Hasta la parsimonia le parecía vital. La pelota corría; él laboraba.
El arco y el cabello largo no fueron de Gatti ni Pato Fillol; Zelada era una garantía de eficiencia. Dejó el sello de una época en la que los porteros tenían pasaporte albiceleste. Bajo el arco todo estaba resguardado con naturalidad asombrosa. Exacto como pocos.
El ímpetu en pleno así podría definirse a uno de los grandes emblemas de los 80. Bacas era un pulmón, un gesto y un blasón. Pocos jugadores han dado su guiño y temperamento a un conglomerado con tanta facilidad. Fue el ADN de la pasión.
El viejo lema sostiene que la pelota corre a las órdenes del amo. Todavía no hay en México un futbolista que ejecute con tanta maestría el tiro de penal. Santos era un maestro en el oficio del medio campo, terreno para los grandes. El espacio, su oficina.
La zaga como una de las bellas artes, así la practicaba este férreo y voluntarioso argentino. Amo del área, el Cabezón ordenaba las filas del América y de la albiceleste. Su percha proviene del corte de Pasarella; a veces líbero, a veces central, siempre baluarte.
El último de los últimos grandes trabajadores del área chica. El futbol despachó al extremo y luego al delantero centro. Bam-Bam llegó a México después de triunfar en el Madrid. Cuando se evoca al cargo del “metegoles”, de alguna forma se piensa en él.