After Office

A Paz le 'disparé' dos veces; a Borges, tres

La obra de la fotógrafa Paulina Lavista es sumamente importante para la cultura hispanoamericana. La viuda del escritor Salvador Elizondo comenta que a Octavio Paz no le gustaba posar para la cámara, en cambio, a Borges logró tomarle tres fotografías.

Más de 100 mil negativos guardan la esencia de lo que ha sido la vida de Paulina Lavista (México, 1945). Casada con el escritor Salvador Elizondo durante 37 años, tres meses y 29 días, hasta la muerte de él, el 29 de marzo de 2006, la cotidianidad de la fotógrafa estuvo desde entonces marcada, día a día, por las letras y la compañía de grandes literatos.

Ella misma publicó, en 2008, una primera selección de los diarios de su esposo, con imágenes y comentarios suyos. Estos escritos se editarán próximamente en el Fondo de Cultura Económica. Un compendio de 32 mil cuartillas, en 80 cuadernos, por la que le extendieron una jugosa propuesta: "Me hicieron una oferta como la de El Padrino y la rechacé: 2 millones de dólares por los diarios, pero no pude venderlos porque se acababa de morir Salvador". Con ella los escribió, recuerda. Cuando se conocieron tenía sólo tres cuadernos. La pareja se encontró por primera vez en una de las tertulias musicales que se organizaban en casa de su padre, el músico Raúl Lavista.

Además de ser una artista de la lente, posee dotes narrativas que han sido elogiadas por figuras como Gabriel Zaid, un talento que se conocerá mejor cuando publique su autobiografía. La editora Déborah Holtz trabaja, además, en un libro de las fotos que tomó para la revista para caballeros Su otro yo. Lavista recibe a este diario en casa de su madre, la pintora Elena Pimienta, de 99 años, para conversar sobre su trayectoria.

___¿Cómo descubrió su vocación en medio de tantas ofertas
y tantas capacidades?


___Creo que la escuela no me acomodó; no es que no pudiera, es que no la soportaba. No terminé bien secundaria ni prepa, fui al CUEC, pero no me pude graduar. Entré a la secundaria con algunos principios comunistas que me habían inculcado -era la época de los 50, iban a casa de mi padre Ricardo Guerra, Rosario Castellanos y realmente me influyeron. A los 18 años comencé a trabajar en una empresa que hacía comerciales y documentales, nada menos que con Antonio Reynoso, que fue un gran fotógrafo, el alumno predilecto de Manuel Álvarez Bravo. Él fue el primero que me empezó a hablar de fotografía.

___¿Influyó Salvador Elizondo en su trabajo durante el tiempo que vivieron juntos?

___Entendimos que el chiste de estar juntos era poder crear un proyecto cada uno por su parte; nos dejamos desarrollar. Yo era su primera lectora y él era mi primer crítico. En 1970 me organizó mi primera exposición en Bellas Artes y ahí empezó todo: todavía no sabía revelar, pero hay fotos de esa exposición que aún no he logrado superar.

___¿Cómo comenzó a hacer retratos y cómo depuró su estilo?

___De eso vivía. Al estar casada con un escritor, teníamos que ganar los dos. Yo empecé inmediatamente a vivir de la fotografía. En el 72 Salvador me puso mi cuarto oscuro y aprendí a revelar. Después hice la famosa fotografía de Borges en Teotihuacán y al poco tiempo me contrataron en la revista Su otro yo, haciendo foto de desnudos, que es lo que más he trabajado. Así viví 10 años, hasta me tuve que cambiar el nombre porque mi papá ya no era el músico, era el padre de la que hacía las fotos de las encueradas. Me puse Sabina, para no afectar la imagen de mi padre ni la de mi familia.

___Su trabajo se ha caracterizado, además, por fotografiar a la intelectualidad mexicana...

___Es lo que yo viví, lo que me dejó vivir Salvador. Él me decía todo el tiempo: 'tómale foto, lleva la cámara', a todos lados. Muchas veces que viajábamos, él llevaba el volante para que yo tomara mis fotos.

___¿Los escritores eran tímidos al posar para usted?

___Hay muchos que no se han dejado retratar para nada, claro. A Octavio Paz no le gustaba, hasta que un día me posó un retrato. Disparé dos. Con Borges disparé tres.

___¿Qué tienen qué ver la fotografía y la literatura?

___En el caso de Salvador, Farabeuf está basado en una foto, es la visión que él tuvo de la tortura china: estaban torturando a un personaje con los mil cortes, en público. Salvador es el gran promotor del ensayo fotográfico, le dio a esta disciplina la calidad de arte, en su revista Snob. Cuando yo empecé solamente en Excélsior sacaban las fotos de arte; no se publicaban, no había nada, ni siquiera dónde exponer.

___¿Cómo la ha tratado la crítica?

___Siempre he tenido buena crítica, aunque no de mis colegas: nunca he expuesto en el Centro de la Imagen, tengo lugares donde mi trabajo está vetado por los propios colegas, pero expuse en el Museo de Arte Moderno; don Fernando Gamboa me hizo una gran exposición ahí, en 1981, que para mí es un gran orgullo.

___¿Cómo aprovecha las nuevas tecnologías en su trabajo?

___Yo agradezco haber nacido en este siglo, haber visto la llegada del hombre a la Luna, que yo pueda mandar mi trabajo desde casa. Apenas aprendí a escanear el año pasado y estoy feliz. Los fotógrafos deben continuar con todo lo digital, que es maravilloso; pero no olvidar lo análogo, porque todavía no estamos seguros si se podrán abrir esos archivos en 20, 30 años.

___¿Cuál será su legado?

___La aportación que puedo yo tener, pues son unas cuantas fotos de arte, habré logrado unas diez; pero sobre todo, es la memoria de lo que estoy dejando. Tenemos la historia gráfica de la Revolución Mexicana; la que hizo magníficamente Ricardo Salazar, de los escritores de los años 50... La mía es, pues, un reflejo de esta época, es un legado para la humanidad de cómo fue la cara de Octavio Paz, cómo era Rulfo, el Centro de Escritores, Salvador Elizondo, cómo fui yo, cómo fue Beatriz de la Fuente, muchos personajes. Tiene un valor histórico, por ejemplo, tengo fotos del último tranvía, de las transformaciones de la Ciudad de México, del temblor del 85; momentos que están estampados, capturados, detenidos en el tiempo a través de una imagen fotográfica análoga.

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