Dolores Padierna

Xóchitl: venta de garage con pregonera ultra

La ausencia de proyecto opositor, en suma, ha sido reemplazada por una abierta guerra sucia que puede arreciar en las semanas venideras.

En lo formal, la campaña de la aspirante filopanista que insiste en llamarse ciudadana, es una suma ocurrencias, chistes, bravuconadas, promesas que coquetean con Bukele y, sobre todo, un empeño notorio en continuar con una suerte de “venta de garage” a la manera de su ídolo argentino.

A falta de proyecto, la candidata Xóchitl Gálvez emite a todas horas frases para agradar los oídos de los jerarcas que en el pasado se beneficiaron con negocios puestos en bandeja por políticos como Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Lo mismo promete retomar el proyecto del Aeropuerto de Texcoco —donde el actual gobierno ha hecho realidad un plan de rescate ecológico de gran envergadura— que quitar una letra a las siglas de Petróleos Mexicanos (no ha dicho, eso sí, si al término de su muy improbable presidencia terminaría, como su admirado expresidente, de empleada de algún consorcio ibérico o estadounidense).

La candidata del PRI y el PAN a la Presidencia fue a España a pedir la bendición de Calderón, aunque luego lo negase penosamente. Gálvez fue a esa nación, hacia la cual los conservadores mexicanos tienen una consideración especial —quizá porque el vasallaje forma parte de su ADN político— a ofrecer un México en venta.

En reciprocidad le enviaron una propagandista, en la persona de una diputada de ultraderecha, marquesa por doble vía y pródiga en simplificaciones “libertarias” que aquí celebran con regocijo intelectuales que se dicen demócratas, pero que frente a discursos como el de la aristócrata se revelan admiradores de Javier Milei y otros de esa calaña.

Antes, Gálvez había hecho lo mismo en Estados Unidos, país al que además fue a pedir de plano la intervención en asuntos nacionales, luego de plantear un escenario que hace imposible, en su perspectiva, una elección democrática.

En el fondo, de lo que habló fue de su candidatura que nunca cuajó y que ya desde hace meses se ha convertido en un depósito de promesas incumplibles, amenazas de mano dura y anuncios que solo buscan ganar el favor de intereses económicos poderosos. De la mano de ese fracaso camina la construcción de una narrativa armada con expresiones como “narcoelección” o “elección de Estado”, que no es otra cosa sino la justificación anticipada de su derrota electoral.

Dicha narrativa se construye todos los días, en los discursos de la candidata y sus colaboradores, en la mayor parte de los espacios de opinión que siguen dominados por los adversarios de la 4T y también, como han demostrado diversos y muy serios estudios, en la propaganda negra que se mueve con grandes inversiones en las redes sociales.

La ausencia de proyecto opositor, en suma, ha sido reemplazada por una abierta guerra sucia que puede arreciar en las semanas venideras.

En episodios recientes, Gálvez ha ofrecido, por ejemplo, el cierre de dos refinerías en el norte del país. Es una propuesta absolutamente inviable, pero nos ha dejado un momento de risas, como tantos que ya ha regalado la candidata de Claudio X. González. Y esto porque propuso cerrar la refinería Héctor Larios, en Nuevo León, y otra en Tampico. Ambas cosas son imposibles, porque no hay una instalación con ese nombre en Cadereyta y porque en Tampico no existe ninguna refinería.

Más allá de esos chistes involuntarios, ¿qué hay detrás de esa propuesta que se disfraza de ambientalista?

Pues nada nuevo: simplemente la intención de volver al esquema de antaño, al modelo que nos hacía dependientes del exterior en materia de combustibles, con el argumento de que es “más barato” importar que buscar la soberanía energética, como buscan todos los países del mundo.

En distintos momentos de su carrera política, la candidata opositora se ha pronunciado contra los programas sociales. Incluso los legisladores del PAN, fuerza a la que ella es más afín dentro del abanico opositor, votaron contra la iniciativa de elevarlos a rango constitucional.

La mentira como recurso de campaña, la hipocresía como indeleble marca de quienes encontraron en el personaje su mejor representación.

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